II Jornada de Jóvenes, Sitges 1996

Fotografía de Victor, sitges panorámica

Con el recuerdo  todavía muy fresco de las anteriores jornadas en Ibiza, nuestros compañeros catalanes afrontaron el reto de ser ellos los que, este año, organizasen estos encuentros, conociendo de antemano las dificultades de todo tipo que se iban a encontrar, desde el dinero necesario para que no saliera cara la estancia, hasta y sobre todo, que la Presidencia de Honor de estos encuentros estuviera en manos de S.A.R.D. Felipe de Borbón. Desde aquí nuestro humilde agradecimiento.

Además de buscar las necesarias subvenciones, también había que encontrar un sitio dónde realizarlas ya que, Barcelona es una ciudad muy bonita, es excesivamente cara si tenemos en cuenta que los presupuestos de los asistentes (jóvenes) no suelen ser muy altos. Tampoco se podía hacer muy lejos de allí, porque es el sitio mejor comunicado, y por tanto el más barato de llegar. Así, se terminó escogiendo un bonito pueblo de mar, Sitges.

Durante toda la mañana estuvo llegando gente desde todos los lugares de España y lo que es peor, a diferentes lugares de Barcelona: aeropuerto, estación de tren, estaciones de autobuses, etc. Lo que se tradujo en un continuo ir y venir de coches de un lado a otro de Barcelona y también entre la ciudad y Sitges, donde se encontraba el hotel, teniendo en cuenta que éramos unos cincuenta y sólo había tres coches, agradecemos a sus conductores el no haberse vuelto totalmente locos y comprendemos los instantes de nerviosismo.

Con hambre atrasada por culpa de los viajes, que en su mayoría fueron nocturnos sin derecho a desayuno, nos decidimos a abandonar el hotel al que parecíamos estar clavados y, bien entrada la tarde, nos encaminamos a buscar un sitio donde comer, una vez que teníamos el bocadillo y el refresco del restaurante de comida rápida, nos sentamos en una especie de fuente situada en el paseo marítimo para ver pasar a la gente.

Después de comer, volvimos hacia el hotel disfrutando de un agradable paseo junto a la playa y deleitándonos con el bien hacer de los patinadores, por cierto "algo extravagantes". Por fin a las seis de la tarde se dio comienzo a las jornadas con el acto de entrega a cada uno de los asistentes de dos camisetas realizadas expresamente para la ocasión y abundantes folletos informativos entre los que se encontraban, tanto planos de Sitges y Barcelona, como publicidad de alimentación enteral.

Pese a que el tiempo en ese momento no era el más adecuado, hubo un par de intrépidos bañistas que se arriesgaron a meterse en la piscina, ¡y no murieron!

Alrededor de las nueve de la noche, nos sentamos para comer (en este caso cenar) con: mesa, silla, platos y cubiertos, cosa que a algunos se nos estaba empezando a olvidar, dada la falta de costumbre. Una vez que conseguimos descifrar cómo se pedían los sucesivos platos del menú principal y del alternativo (cosa nada fácil, es que deberían poner un libro de instrucciones) todos disfrutamos de una rica y abundante comida aunque una gran duda nos corría las entrañas, ¿dónde habíamos visto antes la cara del camarero? Por fin alguien pudo descifrar el enigma, era él, no cabía la menor duda, todos lo identificamos, nos estaba sirviendo la sopa el mismísimo Stan Laurel.

Aquella noche (11:00 PM, Miércoles, víspera de día laborable), el pueblo no se caracterizaba por estar precisamente muy animado, así que decidimos montarnos la fiesta por nuestra cuenta y nos fuimos todos a una bolera a echar una "partidita", como era de esperar, (somos jóvenes) aquello terminó en poco menos que una batalla campal, pero, pensemos, cuatro calles, entre siete y ocho personas por calle y una cucaracha ibicenca que no cesaba en el intento de promocionar el juego sucio, en fin, un caos. Por cierto, la partida la ganó un asturiano que se llamaba Jorge Hatre (o sea, yo).

Al finalizar, el grupo se dividió en dos, los que se fueron al hotel y los que continuaron la juerga en un bar mexicano tomándose unas "Coronitas" los normales, unas "Agüitas" los sanos o unas "Margaritas" los más atrevidos. La velada no se prolongó demasiado debido al cansancio acumulado, así que, rondando las tres o las cuatro, nos retiramos al hotel, no sin antes asistir a una emocionante carrera automovilística que disputaron dos enfervorizados pilotos en una máquina recreativa.

Al día siguiente a las nueve en punto de la mañana, volvimos a reunirnos todos con la intención, una vez duchados y convenientemente acicalados, de devorar, como los lobos hambrientos, las jugosas viandas de que se componía el desayuno. Acto seguido, salimos todos en grupo para ver si éramos capaces de encontrar el Palacio de Maricel (Palau Maricel) donde se celebraron las conferencias médicas.

Una guapísima Olimpia (que siempre lo fue, pero en esta ocasión la vestimenta la ayudó aún más, Ricardo no te pongas celoso) hizo las presentaciones de lo que a primera vista iba a ser una mañana de aburrimiento, tres médicos con unos currículums interminables se disponían a hablarnos de las enfermedades inflamatorias intestinales, como si no lo hubiéramos escuchado nunca. ¡Pues no! No lo habíamos escuchado nunca, o al menos no nos lo habían dicho con tanta naturalidad y con ese tono tan paternal, parecía como si los médicos nos adoraran y admiraran cuando tendría que ser al contrario, los admirables fueron ellos.

Primero una breve intervención de doctor M. A. Gassull, jefe de digestivo del hospital Trías i Pujol, que nos introdujo en materia comentando de una manera, repito, excepcional la patología de las EII.

A continuación, el doctor J. Armengol, Jefe de endoscopias del Hospital Valle Hebrón, nos demostró porqué es una eminencia mundial en lo que se refiere a endoscopias, comentando cómo se puede hacer una colonoscopia sin enterarse, mejor dicho, sin recordar el dolor, las diferencias entre Crohn y colitis, principales y a nivel endoscópico, y algunas anécdotas de su vida laboral. Sin lugar a dudas un ejemplo a seguir por todos los médicos de este país, campechano y amistoso, pero sabiendo hacer las cosas bien.

El tercero de los conferenciantes, el doctor J. Martí Ragué, cirujano jefe del hospital Príncipe de Asturias, nos comentó, como es lógico dada su profesión, los remedios quirúrgicos de estas enfermedades, es decir, cómo y cuándo utilizar la cirugía si nuestro paciente tiene una EII.

Si bien el vídeo que nos presentó el Dr. Armengol fue acogido con agrado pese a ser endoscopias reales de EII y otros males que pueden confundir un diagnóstico, el vídeo que intentó presentar el Dr. Martí tuvo que ser parado nada más empezar, ya que todavía la sangre, tripas y vísceras impresionan mucho, sobre todo a los más jóvenes y a lo que ya han pasado por el quirófano, que se sienten identificados con las imágenes.

Justo antes de una pausa para la comida el Dr. Pecasse, que no necesita a estas alturas ninguna presentación, nos revelo algunos trucos para mejorar la calidad de vida de los pacientes y de sus parejas y acompañantes. La ovación a los ponentes de la mañana fue tan grande como merecida.

Por la tarde, los temas de las conferencias cambiaron casi por completo, sin dejar, por ello, de ser tan interesantes, la primera en actuar fue la estomaterapeuta, Dª Montserrat Tejido que pronunció una charla acerca de los estomas, desde la faceta médica hasta la forma de fijarlos, en fin, una conferencia completa. La segunda fue nuestra compañera Nuria Llobregat, de ACCU Valencia que nos presentó una tesis elaborada por ella misma referente al sentido del humor y la risa como terapia de relajación, como era de esperar la gente terminó "relajándose" a carcajada limpia, pero no del tema que tan bien expuso nuestra amiga, sino porque la situación incitaba a ello, gracias por esos momentos Nuria.

Tras otro momento de seriedad, relativa claro está, que nos proporcionó la charla del psicólogo Don Marcelino Mígueles Castrillo, otra vez las carcajadas volvieron a la sala cuando Don Manel Gómez Sánchez hizo subirse a la mesa a Olimpia para poner un ejemplo práctico de lo que intentaba explicarnos, a juzgar por la lluvia de preguntas que le hicieron la gente quedó muy contenta de la actuación de este joven fisioterapeuta (una de las cosas que dijo, entre muchas, es que, algunas postura del Kamasutra pueden resultar peligrosas para las espaldas de la gente que no esta preparada, así que ya lo sabéis, fieras).

Una vez terminadas las conferencias las autoridades competentes nos invitaron a unos zumos de frutas o para quien quisiera, que fue la mayoría (somos jóvenes) también había cava. Después, una actuación de los "castellers" que para el que no lo sepa, son esos que hacen torres humanas. La actuación se vio un poco deslucida por la lluvia, que obligó a realizarla en el interior del palacio, pero no por ello resultó menos espectacular.

Una vez de vuelta en el hotel, cenamos, como siempre suculentamente y más tarde montamos una pequeña juerga en las habitaciones que hubiese terminado, de no ser por: "las estrictas normas del hotel, en un baño en la piscina a eso de las cinco de la madrugada, si ¿qué pasa? un baño de madrugada en la piscina, tal vez olvidáis que somos jóvenes. No excluimos, en aquél momento, la posibilidad de extorsionar al guarda jurado con algunas monedas, pero como el día siguiente teníamos que levantarnos temprano, decidimos irnos para cama sin armar jaleo, más jaleo.

Un día más, después de los momentos de higiene matutina corporal, nos reunimos en comedor donde el hotel servía los desayunos, que dicho sea de paso, no era el mismo que se utilizaba para el resto de comidas diarias, lo que ocasionaba todos los día algún que otro despiste. Pero ese día las caras de la gente no era las que deberían tener unos cuerpos, aunque jóvenes, cansados por la gran falta de sueño provocada por un trasnochar continúo, ese día las caras eran radiantes, sonrientes, alegres, ese día lo pasaríamos en Port Aventura.

Con el retraso que origina el tener que agrupar a un numeroso grupo de personas irresponsables, no olvidemos que somos jóvenes, nuestro autocar arrancó y en un momento se puso en la autopista camino de Salou (localidad al sur de Tarragona donde se ubica el parque de atracciones al que nos dirigíamos). Detrás de nosotros, en su coche particular, iba el médico que nos atendería en caso de ponernos enfermos. Súbitamente, algo ocurrió en la parte trasera del autocar, algún tipo de bache o algo parecido hizo que los pantalones de que allí estaban sentados, se bajaran, por supuesto sin maldad alguna, enseñando al pobre médico, y a su familia, el "terreno" donde se hacen las colonoscopias, ignoramos las causas del accidente pero excluimos la posibilidad de que haya sido a propósito, dada la seriedad de los que allí nos encontrábamos.

Por fin llegamos a nuestro destino, la actividad estrella de nuestro viaje, Port Aventura, la aventura de tu vida, según dice el cartel publicitario de la entrada, la verdad es que no se excede mucho de la realidad. La entrada se hace por la parte que se llama "Mediterránea" (el parque se divide en cinco partes diferentes), nada más dar el primer paso, parece que el mundo retrocede y te sitúas en el típico puerto de mar que sale en las películas, casas de pocos pisos, almacenes llenos de barriles, y sacos, un galeón, una goleta, el mar (que en este caso es un lago, pero bueno, menos es nada), un playa con lanchas pesqueras fondeadas, en fin un puerto tal y como los conocieron nuestros tatarabuelos.

Al poco rato, cruzamos un puente y todo a nuestro alrededor cambió para convertirse en la más poblada de las junglas, no había problema, pronto nos encontramos un pueblo donde nos dimos cuenta de que estábamos en los mares del sur, en la "Polinesia". En este momento el grupo se separó formando muchos pequeños. Como antes o después, todos hicimos lo mismo, voy a contarlo como lo hizo el grupo en el que yo me encontraba. Poniéndonos por encima los chubasqueros que nos habían echo llevar, o los que compramos allí porque se nos olvidó llevarlos, empezamos a hacer cola para montarnos en la primera atracción, su nombre, "Tutuki splash", una montaña rusa en la cuál, en vez de ir en un trenecito por raíles, vas en barco por un río canalizado, pero ese río no es manso ni mucho menos, hay dos cataratas las que hay que bajar, caer es sólo caer, el problema es cuando llegas al agua. Una vez finalizado el recorrido y pese a cantar "Del barco de chanquete, no nos moverán…" (somos jóvenes), nos movieron (ellos no lo eran), así que con lo mismo y el gusanillo metido ya en el cuerpo montamos en otra atracción, "Kon -Tiki Wave", una especie de vaivén pero a lo burro, otra sesión del "barco de Chanquete" pero nada no nos dejaron repetir.

Poco a poco se acercaba el momento decisivo, quien más y quien menos se habían estado mentalizando, sólo unos pocos superaron el miedo, los demás veían, impotentes, cómo sus compañeros y amigos se encaminaban al mismísimo infierno chino, hacía las fauces del "Dragón Khan". La montaña rusa mayor de Europa, una caída a más de ciento diez kilómetros por hora, dos loopings verticales, ocho veces boca abajo, los peores cincuenta segundos de tu vida, sin lugar a dudas el que consiguiera bajar de allí no era un aventurero sino y auténtico superviviente. Algunos de nosotros lo denominó "el amasijo de hierros más divertido del mundo", desde aquí animo a los que tengan la suerte de pasar por allá en el futuro a que se monten, no se arrepentirán, bueno sí se arrepentirán, pero sólo hasta que termine el primer viaje, luego querrán montar una y otra vez.

La hora de comer nos sorprendió en México, así que nos metimos en "La Cantina", para ver si llegaba algo. Cuando digo que sorprendió, digo bien, pues el interior del restaurante no es, ni más ni menos, que la plaza mayor de un pueblo, en la cuál hay mesas para mil quinientas personas, han leído bien, mil quinientas personas y además te ameniza la comida un conjunto de mariachis tocando canciones muy conocidas como aquella que dice "…pero sigo sieeeendo el rey…".

Una vez comidos y bebidos, que el día era caluroso, una excursión por un mercado mexicano y luego "El Diablo", otra montaña rusa pero esta vez imitando a un tren minero, la parte bonita del viaje es, cuando, a toda velocidad, ay que entrar en un túnel, puntuación media en la escala de atracciones, pero muy divertido ver las caras de la gente.

A media tarde y con sólo atravesar una puerta, "cruzamos Río Grande", es decir, pasamos de México a EEUU, bueno la parte más salvaje de este país, me refiero claro está al "Far West", no el Oeste donde están Los Ángeles, San Francisco o Malibú, el Oeste donde Billy "El Niño" se liaba a tiros con Pat Garret o Clint Eastwood se vengaba de Gene Hackman (de la película "Sin perdón"). No podía fallar, en medio de las calles, una pelea con pistolas y todo, un show de lo más real, no sabías si se estaban peleando de verdad, si estaban grabando una película o qué era lo que hacían, el caso es que parecían real.

También allí las atracciones más divertidas eran montañas rusas, pero de las de ir en un barco como la Polinesia, en una de ellas "Silver River Flume" bajabas un río montado, literalmente, en un tronco, en la otra "Grand Canyon Rapids", imitaba realmente una bajada por los rápidos del río Colorado en una lancha neumática.

Ya escasos de tiempo volvimos hasta "China" para montar, más tranquilos en el Dragón, la verdad que una vez superado el miedo se convierte en una sensación divertidísima. Dado que las colas de todos los sitios del parque eran tan grandes, la hora de marchar se nos echó encima y tuvimos que ir desde China hasta el Mediterráneo, pasando por la Polinesia, corriendo, lo que cualquier otra persona hubiera echo en meses, nosotros lo hicimos en apenas cinco minutos, somos jóvenes, y además esa es precisamente la magia de Port Aventura, una experiencia inolvidable.

Ya de vuelta hacia el hotel, en uno de los peajes de la autopista, coincidimos con otro autocar que estaba lleno de chicas, sin duda de algún colegio no mixto regentado por religiosas, que empezaron a saludarnos efusivamente, posteriormente nos dimos cuenta de que no eran tan amistosas como parecían, ya que cuando les enseñamos nuestra verdadera personalidad y cruel realidad mostraron una postura totalmente hostil.

Aquella noche, salimos bastante tarde del hotel y además lo hicimos un grupo muy reducido, ya que el día tan agotador había echo mella en los asistentes (somos jóvenes, pero tenemos un límite). Primero un baile en un pub remojado con algunas cervezas, bueno muchas cervezas, pero como el local estaba lleno de gente, el intentar hacer alguna floritura en el baile resultaba poco menos que imposible. En tal lugar, uno de los vascos, nos enseñó a los demás, que si se le da un golpe seco en el culo de una botella a la boca de otra, la cerveza de la botella golpeada se vuelve loca, se convierte en espuma y sale de su recipiente como si de cava batido se tratara, se puede imaginar la enseñanza fue más práctica que teórica, es decir, que cada poco, se podía contemplar a un individuo que, invocando los demonios, se quedaba sin bebida.

Más tarde, nos fuimos hasta una discoteca que anunciaban en todos los sitios a donde se fuera, las chicas no pagaban y los chicos tenían un descuento, pero al final nuestro relaciones públicas, consiguió que nos dejaran pasar a todos "de gorra", la discoteca en cuestión se llamaba "Ricky’s disco" y pese a no ser muy grande lo pasamos muy bien, al menos allí se podía bailar sin molestar al vecino y sin miedo a caer por las escaleras como en el anterior.

Como por aquella zona son muy serios, a partir de las tres de la madrugada ya casi no hay ambiente en ningún sitio, de hecho los bares cierran a esa hora, si además añadimos que estábamos realmente cansados no había ninguna razón para no regresar al hotel, así que, después de la tradicional carrera de coches en la maquinita, nos fuimos a dormir.

Al día siguiente, lo de siempre, buenos días, la ducha, el desayuno y a ver si conseguimos estar todos a la hora fijada de antemano en la recepción del hotel, somos jóvenes, esperamos una hora. Esta vez tocaba Barcelona, la ciudad olímpica no hace mucho.

Entramos por el Hospitales de Llobregat, que es donde vive uno de los asistentes a las jornadas y sin detenernos para nada nos dirigimos hacia lo que se denomina "El pueblo español", que es un pueblo formado por casas, monumentos y barrios copiados fielmente de diversos lugares de nuestra geografía, así, entramos por un puerta de las murallas de Ávila directamente a una plaza del casco antiguo de Cáceres, después Galicia, Andalucía, Valencia, Aragón, Baleares, País Vasco y, como no, Cataluña. Dado que los que estábamos allí éramos nativos de los diferentes sitios que visitábamos, las explicaciones las hacían los visitantes y no las guías (una de las cuales era nuestra amiga Mónica de ACCU Cataluña) por lo tanto pudimos ver cómo se baila una "muñeira", cómo se habla euskera y claro está, aprendimos a bailar una sardana y conocimos la historia de cómo San "Jorge" (San Jordi) mató al dragón.

Al pasar por Andalucía, pudimos contemplar a unos artesanos trabajando en una fábrica de vidrio, lo que ellos realizaban con una maestría increíble, resultó que no era tan fácil como parecía, mientras veíamos cómo una masa derretida de cristal se convertía delicadamente en un bonito caballo o un ciervo corriendo, dos personas de nuestro grupo fuimos invitadas a intentar imitar a un artesano haciendo un cisne, si bien Olimpia consiguió dar alguna forma parecida a "algo", yo, humildemente debo reconocer que, pese a esforzarme, fui incapaz de transformar aquel ardiente vidrio en algo que no fuera amorfo, retorcido y espantoso.

Acto seguido nos dirigimos hacia el estadio olímpico del Montjuic, para nuestra satisfacción estaba abierto, así que entramos a admirar la majestuosidad del que ahora es escenario de fútbol americano. Una vez dentro, no hay nadie que pueda quitarse de la cabeza aquel certero flechazo que encendió la antorcha olímpica, así que, casi instintivamente, se tiende a elevar la vista buscando el pebetero (y no "peletero" como alguien se empeñaba en decir), es entonces cuando uno se queda asustado de lo pequeño que es y de la puntería del arquero.

También en el mismo lugar pudimos ver el Palau San Jordi de los deportes y el inmenso paseo que, saliendo desde el estadio va a terminar ni se sabe a dónde. La antena desde donde Telefónica emitía señal a todo el mundo durante la Olimpiada, también está por allí y también es grandísima y bonita, en fin un lugar que no se puede dejar de ver si se va a Barcelona.

Una vez que se empieza a subir el monte, no se puede dejar a la mitad, así que seguimos hacia la cima donde se encuentra el castillo de Montjuic, fortaleza que una vez defendió la ciudad de los posibles ataques por mar y que ahora es un mirador desde donde se puede ver toda Barcelona. La bajada la realizamos en teleférico aunque unos pocos decidieron acompañar a "Ramón" (nuestro conductor) en el autocar.

Ya con un hambre canina, abandonamos nuestro vehículo en la plaza de Colón para comer de picnic en el cercano paseo del puerto deportivo. Durante la comida empezó un intercambio de bocadillos, frutas, huevos, zancas de pollo y demás cosas de comer, entre nosotros y también con algún viandante que, estupefacto contemplaba lo que más se parecía a una jauría de perros, que a un grupo de enfermos. Después, una merecida siesta al sol y nos separamos en varios grupos dependiendo de la actividad que cada uno quería hacer, unos se fueron a comprobar sus billetes de vuelta a la estación de trenes y otros se fueron hasta la puerta del "Imax", que es una pantalla de cine envolvente donde ver un simple documental puede convertirse en la gran experiencia de tu vida, o al menos eso decía la gente, ya que, con el precio que tenía la entrada, una vez hecho el descuento para los grupo, cualquiera era el guapo que se atrevía a acercarse a la puerta, así que, sabiamente, se decidió hacer una visita turística por Barcelona, que no cuesta dinero.

El paseo comenzó en el puerto deportivo, que era donde estábamos, no es un puerto deportivo cualquiera, además de unas instalaciones que ya las quisieran muchas ciudades, allí se podían contemplar unos barcos de caer para atrás, el primer submarino construido en España que, como fue donde se inventó (Montoliú), era también el primer submarino del mundo, a unos yates dignos de envidia, entre los que se encontraba el "Blue Legend", el más lujoso del mundo, que perteneció a Javier de la Rosa y que está valorado en este momento en unos dos mil quinientos millones, "casi ná". Entre los veleros también había nombres conocidos, por ejemplo el "Azur de Puig", donde compite su S.A.R. la infanta Cristina, bueno un paraíso para alguien a quien le gusten los barcos o también para el que le guste darse un paseo junto al mar.

Una vez en la Plaza de Colón y puesto que estábamos en Barcelona, era casi una obligación subir paseando por las famosas ramblas, donde se junta toda una tropa de personajes que se dedican a todo tipo de actividades, por orden, el visitante primero se encuentra con los retratistas clásicos que en un momento te hacen un cuadro, después los caricaturistas, después los aerografistas, que hacen maravillas con los aerógrafos, puestos callejeros de libros, de postales, las "boutiques del Barça", mimos, guiñoles, flores y vete tú a saber cuantas cosas más.

Hacia la mitad, nos desviamos para salir de la rambla y entrar en el casco antiguo, camino del casco antiguo que se llama Gótico, pero vayamos por partes, lo primero que visitamos fue la Plaza Real que es como la plaza mayor de cualquier ciudad, siempre claro está que dicha ciudad tenga plaza mayor, poco a poco y callejeando por unas calles tan pequeñas como bonitas, llegamos hasta la plaza de San Jaume (San Jaime), plaza que todo el mundo conoce por ser donde el Barça celebra sus triunfos (Nota aclaratoria: en esa plaza, el que anime, aunque sólo sea de pensamiento al Madrid tiene los días contado). Pero este lugar no sólo tiene fines deportivos, es precisamente en donde se encuentra el Adjuntament (Ayuntamiento) y la Generalitat.

Desde este punto y por la calle de nombre Bisbe se entra en la zona antigua, que como ya se ha dicho antes se denomina Gótico. Esta comienza al pasar bajo una especie de puente que une dos casas y que, según la tradición, si besas (castamente, es decir, sin lengua y esas cosas, fieras) a la persona amada en este lugar, ese amor durará toda la vida. Poco después entramos en el claustro de la catedral, que en contra de lo que piensan algunos no es la Sagrada Familia, es que en Barcelona se las gastan así, a falta de una tienen dos catedrales.

Rodeando la misma se llega hasta la fachada principal que como ya se puede supones es de estilo gótico y su construcción data del siglo XVIII. A su alrededor se puede encontrar todo tipo de gente haciendo ofrendas, desde la típica vela hasta un coro de voces mixtas cantando algo que se sale de mis humildes conocimientos, sin ánimo de disculpar mi ignorancia, hay que decir que, los pobres, aunque lo intentaban, lo hacían bastante mal. Entre todos ellos, destacaban dos indios sudamericanos que, pidiendo limosna, tocaban con sus flautas andinas y un acompañamiento de guitarra española el "Ave María" de Schubert (esta vez sí me lo sé), no sé si era por lo bonita que era la canción o por lo bien que la tocaban, pero nadie dijo ni media palabra mientras sonaba y al final todos los presentes suspiraron de emoción. Después y en el mismo lugar, una banda municipal interpretó unas sardanas que no tardaron en reunir a cientos de miles de millones de personas, entre ellas también había algunos extranjeros, bailando al unísono.

Continuamos nuestro paseo por el casco antiguo, donde pudimos visitar más cosas de las que puedo recordar, mercadillos, más mercadillos, hippies, una condonería (con perdón), también pudimos contemplar y criticar los "modelitos" de los asistentes a una boda, bueno ya se sabe, lo que se suele hacer de visita turística en una ciudad.

Ya de vuelta hacia el autocar y de nuevo en las ramblas, nos llamó la atención un guiñol en el que aparecía una marioneta muy parecida a la del Conde Drácula que sale en "Barrio Sésamo", nos acercamos y pudimos reírnos a carcajada limpia con las aventuras del Conde y una vaca que no hacía más que torearlo, nunca mejor dicho. Cuando llegó el segundo acto, en el cuál aparecía también un cocodrilo, con gran pena tuvimos que marchar a reunirnos con los demás en lo que utilizamos como cuartel general, el museo de cera. Una vez reunidos todos (dos o tres horas más tarde, seguimos siendo jóvenes irresponsables) de vuelta al hotel para ver las caras largas de los camareros, que protestaban por nuestros horarios de comidas, todo hay que decirlo, en seguida cambiaron sus caras y nos trataron como siempre, es decir, muy bien.

Unos momentos de relax en la recepción y después una reunión más, que sin estar anunciada en el programa, fue casi la más importante, las auténticas convivencias de jóvenes, como deben ser las reuniones, encima de la mesa de billar. Uno a uno fuimos pasando casi todos para comentar lo que nos parecían las jornadas, decidir dónde serían las próximas, contar alguna experiencia, hacer alguna crítica o simplemente para presentar a la gente más tímida, siempre bajo la dirección del representante de la juventud en la Junta Directiva de la asociación nacional, con sesenta y cinco kilos de peso y calzón blanco, José Jiménez Pantoja.

Por fin se dieron por finalizadas estas segundas jornadas de convivencia para jóvenes de ACCU, bueno no del todo, todavía quedaba la fiesta oficial de despedida, una cremat en la playa, que por la razón que fuese quedó con una quemadura en el espigón, lo de la quemadura no lo digo por lo de la bebida en sí, sino por la sensación de quemadura que producía cuando se tragaba tanto alcohol junto (quizás un poco más tiempo ardiendo la hubiese transformado en un exquisito manjar).

Una vez de vuelta en el hotel, el cuerpo pedía más juerga (somos jóvenes), así que con las mismas y ya que nos habíamos estado reservando las noches anteriores, preguntamos en la recepción del hotel dónde podía estar la marcha un sábado noche en Sitges. Tras una larga discusión por decidir cuál era la discoteca que más nos apetecía, tan larga fue la decisión que poco a poco la gente se fue retirando a sus habitaciones hasta que a la discoteca marchó un grupo reducido aunque no por ello menos animado, nos fuimos a pasar el resto de la noche en el "Playboy", donde pudimos bailar hasta el amanecer e incluso mucho más allá, hasta la hora de desayunar.

Ahora sí, ahora era el momento de la verdad, habían sido casi cinco días de marcha, muchas cosa vividas juntos y muchos sitios visitados, pero había que despedirse y marchar. No había tiempo más que para un desayuno rápido, unos abrazos y sin darnos cuenta estaríamos de nuevo en Barcelona para coger otra vez el transporte que nos devolvería a nuestros lugares de procedencia. Quién no ha estado alguna vez en una despedida, quién no conoce esta extraña sensación de vacío, como de no haber aprovechado el tiempo lo suficiente para estar con las personas que ahora se separan. Sabíamos que este momento tenía que llegar, algunos ya lo habíamos pasado en otras jornadas o reuniones.

Llegados ya a nuestra tierra, y pensándolo fríamente, es cuando verdaderamente te das cuenta de que este tipo de encuentros han de repetirse, no sólo por la juerga sino porque es una manera de olvidar los males que a diario tenemos que afrontar, de hacer nuevas y buenas amistades y sobre todo porque son una ayuda psicológica para aquellos que todavía no han superado el echo de ser enfermos de EII.

El agradecimiento a los organizadores, aunque ya suene a tópico, es obligatorio, ya que su trabajo ha sido formidable, pese a que ellos desde dentro de la organización hayan visto algún fallo (la autocrítica es la crítica más dura), los que asistimos estuvimos continuamente bien atendidos y las excursiones no podían ser mejores.

Ya para terminar, animo a todos los que nunca han asistido a encuentros de este tipo a que lo hagan, aquí se puede leer que, lejos de comernos a los nuevos, hacemos, la asociación hace, que se integren en la marcha de la misma, sean o no enfermos. Personalmente yo espero repetir siempre y creo que hablo en nombre de todos. Os mando un saludo y os doy las gracias a los que hayáis conseguido leer este artículo sin dormiros, sé que tal vez sea un poco extenso pero es muy difícil contar todo lo que hicimos cincuenta personas durante cinco días con menos palabras, aún así los asistentes a estas jornadas seguro que podían recordar muchas anécdotas más.

Jorge Hatre
ACCU Asturias

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