Todo va bien, relato

CrohnInCol es el certamen de relatos de ACCU España. En la convocatoria del 2019 el texto "Todo va bien" fue el relato ganador. Su autor es Juan Lorenzo Collado.

TODO VA BIEN

           Mi madre lo achacó al deporte.

-Siempre estás corriendo por esas calles y cada vez estás más delgado. Tanto deporte no puede ser bueno. Te voy a esconder las zapatillas y asunto arreglado.

            Mi abuela a los estudios.

-Manolito, mira que te digo que no puedes estar todo el día con los estudios. Todas las noches te dan las tantas y ahí estás, estudiando. Si no fuera por esos momentos que sales a hacer un poco de deporte  perderías la vista, cómo no te va a doler la barriga.

            Mi padre se encogió de hombros y dijo que seguramente era algo pasajero.

-Yo te veo bien. Seguramente esto sea algo temporal y mejor es estar delgado que gordo y si me dices que no tienes problemas esto se pasará en un periquete. El domingo nos vamos al fútbol que juega el Atlético.

            Y yo lo achacaba a que aquella pelirroja, que estaba revoloteando cada día alrededor mío en las clases y dejaba su presencia en cada mota de aire, no me hacía el más mínimo caso cuando yo estaba obsesionado con ella.

            El caso era que el dolor abdominal parecía convertirse en algo que no cesaba nunca a pesar de los cuidados alimenticios y de toda suerte que me prodigaba la familia.

            Tenía que ser un virus pasajero que en poco tiempo quedaría relegado al olvido hasta que esa tarde salí a correr con los amigos como hacía tantas veces.

            El entrenamiento fue algo terrible, desde el momento en el comencé a correr, agotado, sin fuerzas, las piernas débiles, el dolor en el vientre haciéndose cada vez más intenso y, cuando no pude más y a pesar de mi vergüenza por lo que me ocurría, tuve que pasar al aseo de un café.

            Cuando salí no pude correr, las fuerzas me habían abandonado y además, unas inequívocas señales de sangre en las heces habían despertado en mí todas las alarmas.

            Mi madre y mi abuela estaban juntas en casa y les comenté lo ocurrido, muy nervioso, aún a riesgo de que pudieran achacar lo ocurrido a alguna especie hipocondría.

-Eso seguro que no es nada, tu abuelo siempre andaba con las prisas para ir al wáter y alguna vez habló de esas pequeñas señales.

            La respuesta de la abuela no alivió mi preocupación lo más mínimo ni la de mi madre, acaso la suya, que, estaba seguro, hablaba para tranquilizarme. Me hizo preocuparme por algo que pudiera ser hereditario y a ver qué hacía yo con esas prisas que iban a entorpecer mi vida para siempre.

-Mañana, vamos al médico.

            El tránsito desde el médico de familia al especialista de digestivo del hospital Universitario, que prescribió las pruebas que nos llevaron al diagnóstico de la enfermedad de Crohn  fueron para mí un calvario, después comencé a tomar la correspondiente medicación sin que la enfermedad remitiera en un primer momento lo suficiente para realizar lo que consideraba una vida habitual.

            El doctor dijo “Crohn” como si hubiera dicho premio, serio pero sin trasmitir preocupación y habló de una vida plena de normalidad y de una asociación que agrupaba a los afectados por esta enfermedad.

            Mientras mi madre hablaba con el doctor, a mí me parecía que el mundo se me hundía porque ya no podría hacer deporte, conquistar a esa chica que me gustaba porque no estaría dispuesta a salir con un enfermo crónico, no podría ir a clase sin tener que salir corriendo al baño entre la risas de los demás que me considerarían un cagón…

-¿Oyes al doctor?

            Yo no escuchaba lo que decía el doctor ni nada porque lo que me ocurría era una tragedia con consecuencias de por vida, si es que me quedaba la suficiente para intentar tantos proyectos que tenía.

            Mi vida cambió de forma radical a pesar de que la medicación prescrita estaba actuando de forma eficaz en mi organismo, pero tenía que cuidarme porque cualquier desequilibrio podría ocasionar un nuevo brote.

            Me fui encerrando en mí mismo y un día, que me negué a salir con mis amigos, mis padres se sentaron conmigo.

-¿Escuchas lo que te dice el doctor cuando vamos a la consulta?

-Sí, que me cuide.

-Pero también te dice que hagas vida normal, que la enfermedad no te impide ser plenamente capaz.

            Yo no podía arriesgarme a hacer el ridículo con mis necesidades para evacuar en las carreras y, mucho menos, estando con los amigos.

-Eso le puede ocurrir a cualquiera y no pasa nada.

-Yo soy un enfermo.

            Mis padres no sabían cómo convencerme de que siguiera siendo el mismo que antes de manifestarse la enfermedad. Todos sus esfuerzos parecían inútiles.

            Me encontré con Manuel y un niño una mañana de domingo y se detuvieron conmigo

-Acompáñanos, vamos a la carrera popular en beneficio de una ONG.

            Lo miré y luego al niño, que cojeaba ostensiblemente.

-A ti no te gusta el atletismo.

-Hoy es por una buena causa, son pocos kilómetros y además voy a correr con él. Es mi amigo Pepe y ha venido de Angola para pasar unos días en España de vacaciones y para realizar unos exámenes médicos que en su país serían imposibles.

            El niño estrechó mi mano, me mostró sus dientes tan blancos y tiró de mí.

Ambos se pusieron los dorsales y cuando dieron la salida no podía creer que se lanzaran a esa locura en la cola del pelotón, justo delante del coche de las asistencias.

La cojera de Pepe era elocuente debido a su pierna dañada por la mina antipersona que había pisado un día que jugaba con unos amigos. Los espectadores aplaudían a su paso y los animaban.

Comencé a caminar tras ellos, luego inicié un ligero trote, no me importaba no llevar mi equipación deportiva y en breve los alcancé y así, despacito, hicimos el trayecto marcado y cruzamos el arco cogidos los tres de la mano.

La enfermedad sigue ahí. Unas veces se porta mejor conmigo y otras complica algunos periodos de tiempo pero, a pesar de eso he vuelto a correr y hacer una vida plenamente normal. En verano vuelvo a ver a Pepe que viene a casa de Manuel y yo continúo los estudios y salgo con los amigos como uno más.

Ahora sé que no es nada más que una enfermedad y que con los cuidados médicos y los medicamentos puedo hacer mi vida sin problemas.

Esta mañana he estado en el hospital General y todo va bien. Voy a preparar el equipaje porque mañana salgo de viaje a donde tendrá lugar el próximo encuentro de jóvenes de nuestra asociación de enfermos.

 

 

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Crohn, Colitis Ulcerosa, Enfermedad Inflamatoria Intestinal, Crohnincol, relato

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